Esta semana recibimos al estudio de Pancorbo Arquitectos
para hablarnos del proceso que comienza en el concurso y finaliza en la obra.
Comenzamos con ese temor a la primera línea, a fijar esos
primeros parámetros que de una manera u otra nos van a llevar por un camino y
descartan infinidad de posibilidades, quizás más válidas y acertadas que las
que se desarrollarán en realidad. Todo ello nos genera esa sensación de vértigo
inicial que sufrimos al acercarnos a un precipicio.
Porque al fin ¿qué es el hombre en la
naturaleza? Una nada frente al infinito, un todo frente a la nada, un medio
entre nada y todo. Infinitamente alejado de comprender los extremos, el fin de
las cosas y su principio son para él invenciblemente ocultos en un secreto
impenetrable, igualmente incapaz de ver la nada de donde él ha salido y el
infinito de donde él es absorbido.
Braise Pascal.
Ciertamente en el proyecto arquitectónico se produce el
vértigo de acercarse a lo completamente concreto y a la potencialidad sin fin.
George Steiner nos muestra el camino que pretende minimizar ese temor inicial:
Internarse en la obra acabada (donde acabada es quizá la antítesis de
completa), libre ya de opciones previas y posibilidades que no fueron o se
descartaron, permite vislumbrar los borradores, los bocetos, las maquetas
preliminares. La fuente última, junto con la masa del iceberg que representa el
trabajo oculto, los ensayos y errores son, en un principio, subliminares.
George Steiner
En
definitiva, cada concurso recoge y absorbe todos los hallazgos, lecciones
aprendidas en tentativas anteriores, así como las opciones descartadas cuando
nos decantamos por un camino u otro. Se podría decir que cada concurso forman
parte de un único “metaconcurso” que abarca y recoge toda nuestra experiencia
de la actividad profesional.
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